lunes, 24 de octubre de 2011

La labor social de las Cajas de Ahorro

En teoría a través de su “Obra Social” las cajas deben revertir parte de su beneficio al desarrollo económico y el progreso social de las comunidades de donde lo obtienen. Pero esta cifra ha sido insuficiente en proporción a las jugosas cifras de estos últimos años, obtenidas en demasiadas ocasiones a costa de los derechos de los consumidores. Su obra social se destina a proyectos más propios del marketing que de las verdaderas necesidades de la comunidad... Ahora más que nunca, es necesario un cambio.

A pesar de la profusa normativa sobre funcionamiento de las cajas de ahorros, la obra social no está regulada. No existe ninguna norma que especifique la cantidad mínima de beneficios que han de destinar a obra social. Sólo se exige destinar al menos 50% de sus excedentes a reservas. Una vez cumplida esta obligación, el resto queda libre para la obra social. Por ello, las Cajas de Ahorros podrían destinar cada año al Fondo de Obra Social hasta un máximo del 50 % de los beneficios del ejercicio, pero la realidad es bien distinta.


Las cajas españolas ganaron 6.829 millones de euros en 2008. Tras realizar la dotación a reservas, las cajas destinaron a obra social 2.031 millones de euros, lejos de la mitad de sus beneficios. Por contra, en los últimos diez años, las cajas superaron holgadamente su obligación legal de destinar el mínimo del 50% de sus beneficios anuales a reservas para garantizar su solvencia, ya que dedicaron de media más del 70%. Mientras, la media en ese periodo de lo que se revierte a la comunidad en inversiones sociales apenas fue de un 25%... Pero ¿es fundamental esta obra social hoy día? En el actual estado la obra social se convierte en una mera actividad promocional. Algunos estudios han demostrado que el efecto de la obra social en los resultados empresariales de las cajas tiene un impacto nada desdeñable. La obra social sirve más al negocio de las cajas que a la inversa.


Lo destinado a obra social no tiene la transcedencia social que cabría exigir dado su compromiso y sus beneficios. A modo de ejemplo, se dedica prácticamente la misma cantidad de fondos a “cultura y tiempo libre” (715 millones de la obra social en 2008, cuyo destinatarios en su mayoría corresponde a segmentos de rentas medias-altas), que a “asistencia social y sanitaria” (774 millones). Mientras, actuaciones que fomentarían la reactivación de la economía regional quedan muchas veces olvidadas o deben conformarse con una inversión mediocres. Así, en 2008 actividades de “Educación e investigación” (becas de investigación por ejemplo) recibieron poco más de 321 millones de euros. Las cajas no están realizando la mejor obra social de la que son capaces, como contribuir al desarrollo económico y a la creación de riqueza sostenible.


Si analizamos la labor social que llevan a cabo las cajas de ahorros en plena crisis, nos daremos cuenta de que ésta no sólo no aborda los principales problemas de la sociedad, sino que muchos de estos problemas tienen su causa en su propia actuación. Seguramente, nadie que haya experimentado la angustia de un inminente embargo de su vivienda habitual va a encontrar la solución a sus problemas en una negociación con la caja, ni mucho menos en su obra social.

Las Cajas de Ahorros, en nombre de su “obra social”, han comenzado a lanzar sus particulares “planes de rescate”. Así, algunas han mal copiado una insuficiente medida del Gobierno -el aplazamiento de la mitad de la cuota de las hipotecas- a través de unas “ayudas” claramente insuficientes y discrecionales, más destinadas a evitar números rojos en sus cuentas que paliar la grave situación que sufren cientos de miles de consumidores.

Por eso exigimos a las cajas de ahorros una vuelta a su función social, donde el ahorrador y la comunidad sean los el ejes fundamentales de su dedicación. Pero no sólo en la obra social, sino en el trato responsable con el cliente.

En los últimos años, las cajas de ahorros españolas no han invertido de media más del 25% de sus beneficios a obra social. Ni siquiera en los mejores años de crecimiento económico las cajas destinaron más cantidad de recursos a sus Obras Sociales.