sábado, 26 de marzo de 2011

Disonancia cognitiva

¿Verdad qué es absurdo justificar dos ideas o creencias contradictorias?, pues sucede y en muchas más ocasiones de las que creemos. La obsesión humana por la coherencia le hace llegar a la incoherencia rápidamente.




Según Leon Festinger, autor de la teoría de la Disonancia Cognitiva hace más de 40 años, “las personas no soportamos mantener al mismo tiempo dos pensamientos o creencias contradictorias, y automáticamente, justificamos dicha contradicción, aunque para ello sea necesario recurrir a argumentaciones absurdos”, es decir, el ser humano necesita siempre sentir que todas sus acciones, pensamientos y creencias son coherentes. En caso de no ser así se produce una “Disonancia Cognitiva” (o pensamientos incongruentes) y para reducirla recurrimos a la “Justificación Insuficiente” o “Autojustificación”.

Aquí algunos ejemplos:

  • Fabricantes de cigarrillos y de bebidas alcohólicas (productos que dañan la salud) justifican así que patrocinen eventos deportivos: “queremos transmitir el valor de que practicar deporte ayuda a llevar una vida sana y con nuestro patrocinio hacemos posible hacer llegar este mensaje al público”. ¡Más bien diría yo que quieren tener ellos una VISA sana!.
  • Una mujer fumadora lee en una revista que fumar quita varios años de vida. Ella sabe que es cierto pero lo justifica pensando “pero quita los últimos años que son los peores”.
  • Catorce adolescentes golpean a un persona anciana hasta el punto de matarle y lo graban en vídeo utilizando sus teléfonos móviles. Los detienen y le preguntan a uno “¿Te das cuenta del mal que has realizado?”, y primero responde “¡si yo sólo le dí un puñetazo!”, ¡entre todos la mataron y ella sola se murió!.
  • Una persona conduciendo su coche elige la carretera equivocada y en vez de reconocer el error dice “más adelante hay un cruce que nos lleva a la otra carretera” o “que por esta también llegaremos” o “que ahora no se puede retroceder”. Lo curioso es que esto mismo lo dice aunque no esté acompañada, porque también es necesario convencerse a sí misma

Otro dato interesante fue aportado por Michael S. Gazzaniga en 1992. Gazzaniga llevó a cabo estudios con personas, que debido a la gravedad de la epilepsia que padecían, fue eliminada la unión entre sus dos hemisferios cerebrales (operación denominada comisurectomía), lo cual hace que cada hemisferio pueda recibir dos mensajes o imágenes distintas, con la salvedad de que el hemisferio izquierdo puede describirla pero el derecho no, pues en el primero se encuentra la capacidad verbal. Así, Gazzaniga comenta que presentándole a un paciente el texto “camine” para que sólo lo percibiese el hemisferio derecho, éste se levanta y da unos pasos. Al preguntarle que hace, el hemisferio izquierdo inventa la explicación “tengo ganas de beber algo”. Es decir, no dijo “no lo sé,” sería incoherente.


Al famoso científico cognitivo Michael Gazzaniga le debemos algunos de los más interesantes. Este investigador se preocupó por estudiar los efectos que una intervención quirúrgica, la comisurectomía, podía tener sobre los pacientes en los que se realizaba. La operación se lleva a cabo en casos excepcionalmente graves de epilepsia y consiste en seccionar el cuerpo calloso, un haz de fibras que conecta los dos hemisferios cerebrales, de modo que los ataques epilépticos no puedan pasar de un hemisferio a otro. Contrariamente a lo que cabría esperar, los pacientes sometidos a esta intervención llevan una vida completamente normal y en raras ocasiones es posible percibir efecto negativo alguno de la operación. Michael Gazzaniga trató de encontrar una situación en la que se pudieran observar los efectos secundarios de esta intervención.

En un experimento famoso, Gazzaniga expuso a varios de estos pacientes a una situación en la que a cada hemisferio cerebral se le presentaba una imagen distinta. Por ejemplo, al hemisferio izquierdo se le presentaba la imagen de una pata de pollo y al hemisferio derecho se le presente un paisaje con nieve. Como en estos pacientes el cuerpo calloso estaba seccionado, la información no podía pasar de un hemisferio al otro. Esto implicaba que el hemisferio izquierdo sólo "veía" la pata de pollo y el hemisferio derecho sólo "veía" el paisaje con nieve. Después de ver estás imágenes, los participantes tenían que elegir entre otros dos dibujos aquél que tuviera alguna relación con lo que acababan de ver. Por ejemplo, se les daba a elegir entre el dibujo de una gallina y el dibujo de una pala para quitar nieve. En esta ocasión la respuesta correcta dependía por supuesto del hemisferio del que se tratase. Si era el hemisferio izquierdo el que hacía la elección, entonces la respuesta correcta era la gallina; pero si elegía el hemisferio derecho, entonces la respuesta correcta era la pala.

Una paciente que participaba en este experimento eligió la pala con la mano izquierda y la gallina con la mano derecha. Obviamente, lo que había pasado es que cada hemisferio había elegido y ejecutado la respuesta correcta. Lo interesante sucedió cuando a la paciente se le preguntó por su elección. La respuesta la tuvo que elaborar su hemisferio izquierdo, que es el que se encarga del lenguaje. Pero, como este hemisferio no tenía acceso a toda la información necesaria para dar una explicación (en concreto, este hemisferio no tenía constancia de que se hubiera presentado la escena con nieve), se inventó una explicación de lo más particular: "Muy fácil. La pata de pollo corresponde a la gallina y necesito una pala para limpiar el gallinero".

Tal vez esta sea la muestra más clara de hasta qué punto las personas necesitamos ser congruentes con nosotras mismas y justificar nuestras acciones incluso cuando las hemos realizado sin razón alguna o cuando desconocemos los motivos. Lo peor es que esta tendencia a dar explicaciones de lo que hacemos acaba convirtiéndonos en esclavos de lo que ya hemos hecho, de unas elecciones que, de haberlo pensado, tal vez no hubiésemos realizado. Una vez elegida la pala, preferimos ponernos a limpiar el gallinero antes que reconocer que no sabemos por qué la elegimos. Y dado que, ya sea por ser impulsivos o por no pararnos a pensar lo suficiente, rara vez sabemos por qué hacemos las cosas, gran parte de nuestra vida se convierte en una actuación para nosotros mismos.


Estos ejemplos muestran la necesidad que tenemos las personas de justificar lo innecesario o, incluso, lo injustificable. Lo realmente importante para nosotros es creer que no existe contradicciones entre varios de nuestros pensamiento y creencias, y no sólo necesitamos convencer a los demás de la coherencia de nuestros actos, sino también a nosotros mismos. Por tanto, no actuamos por alguna razón, sino que actuamos y luego buscamos razones que expliquen nuestra actuación.

Supongo que eso es lo que le pasa a los jefes tipo "Manuel Turon", que son seres primarios que no reflexionan previamente, sino por el contrario actúan por impulso y luego justifican, con mayor o menor suerte dependiendo de la imaginación de cada uno, sus aberrantes actuaciones... pero no hay que equivocarse, dar una excusa y que esta sea lógica y creíble son dos cosas distintas y una tercer cosa distinta es que sea legal y moral...pero allá cada uno con sus vidas.